Si queréis tener una relación en la que podáis compartir absolutamente todo, lo primero es que debéis evitar juzgar; ambas partes tenéis que tener ese acuerdo tácito. Lo segundo es la confianza absoluta. Lo tercero es no guardarse nada, especialmente cuando hay algo que no te gusta del otro: aun así, tienes que poder expresarlo con total naturalidad y sin presión. Si se cumplen estas condiciones, la relación será perfecta y muy sana. Pero lo que quiero decir es que, en realidad, es muy difícil, por eso sentimos que, en nuestro día a día, a veces expresar lo que sentimos puede verse reprimido en cierta medida. Es porque, cuando compartimos algo, algún secreto muy íntimo, nos da miedo ser juzgados, y creo que es totalmente normal. Por eso pienso que contar con un buen compañero, o varios que puedan recibir todas tus ganas de compartir, es realmente como regar la vitalidad de una persona; en realidad, son nutrientes, son el suelo que te sostiene, y tu vida crece fuerte gracias a esas personas.
Cuando compartes, si tienes muchas preocupaciones—por ejemplo, si puedes compartir cosas buenas, pero temes que al hacerlo provoques envidias o que otros piensen que presumes, o si puedes compartir cosas malas, pero temes estar transmitiendo energía negativa, porque todos lo están pasando mal y quién va a querer escuchar tus cosas pesadas—, y si incluso te preguntas si puedes compartir lo cotidiano, pensando que son tonterías, como ver un perro o un gato en la calle y cuestionar si tiene algún sentido... Al final, piensas que no tiene gracia y decides no compartirlo. Pero es posible que, en ese proceso de preocuparte tanto, pierdas parte de tu vitalidad.
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Si queréis tener una relación en la que podáis compartir absolutamente todo, lo primero es que debéis evitar juzgar; ambas partes tenéis que tener ese acuerdo tácito. Lo segundo es la confianza absoluta. Lo tercero es no guardarse nada, especialmente cuando hay algo que no te gusta del otro: aun así, tienes que poder expresarlo con total naturalidad y sin presión. Si se cumplen estas condiciones, la relación será perfecta y muy sana. Pero lo que quiero decir es que, en realidad, es muy difícil, por eso sentimos que, en nuestro día a día, a veces expresar lo que sentimos puede verse reprimido en cierta medida. Es porque, cuando compartimos algo, algún secreto muy íntimo, nos da miedo ser juzgados, y creo que es totalmente normal. Por eso pienso que contar con un buen compañero, o varios que puedan recibir todas tus ganas de compartir, es realmente como regar la vitalidad de una persona; en realidad, son nutrientes, son el suelo que te sostiene, y tu vida crece fuerte gracias a esas personas.
Cuando compartes, si tienes muchas preocupaciones—por ejemplo, si puedes compartir cosas buenas, pero temes que al hacerlo provoques envidias o que otros piensen que presumes, o si puedes compartir cosas malas, pero temes estar transmitiendo energía negativa, porque todos lo están pasando mal y quién va a querer escuchar tus cosas pesadas—, y si incluso te preguntas si puedes compartir lo cotidiano, pensando que son tonterías, como ver un perro o un gato en la calle y cuestionar si tiene algún sentido... Al final, piensas que no tiene gracia y decides no compartirlo. Pero es posible que, en ese proceso de preocuparte tanto, pierdas parte de tu vitalidad.