Últimamente he descubierto un hábito pequeño pero efectivo: prepararme una taza de café cada mañana. No es para despejarme ni para aparentar sofisticación, sino porque en ese instante siento que me saco a mí mismo del caos cotidiano.

Cuando el vapor sube, notas cómo tu mente se va despejando poco a poco, como si pulsaras el botón de reinicio de tus emociones. No importa lo mal que vaya el mercado fuera o lo ruidosas que sean las noticias, al menos esos diez minutos te pertenecen por completo.

En realidad, muchas veces no estamos cansados, sino que no nos hemos dado un respiro en todo el día. Esa taza de café es una señal: hoy puedes volver a empezar, sin prisas, sin que nadie te apremie.

Si últimamente tu vida está un poco desordenada, prueba a reservarte también este pequeño ritual. No resolverá los grandes problemas, pero te hará sentir más firme y capaz de afrontarlos.