El mercado de criptomonedas ha vuelto a protagonizar un gran espectáculo. En un mes, Bitcoin pasó de un récord de 126,000 dólares a menos de 90,000, y algunos despertaron con sus cuentas reducidas en un 30%. Este tipo de escenas ya no son noticia en el mundo cripto.

Desde el pico de principios de octubre, Bitcoin cayó más del 34% en pocas semanas, llegando incluso a romper el soporte clave de 81,000 dólares. La capitalización total del mercado se evaporó en más de 1.2 billones de dólares, una cifra que hace que incluso Tesla y una gran empresa tecnológica parezcan insignificantes juntas. Otras criptomonedas también sufrieron, Ethereum cayó de 3918 dólares a 2946 dólares, con una caída mensual cercana al 25%. Solana, Cardano y otras monedas principales, en general, perdieron más del 30%.

El índice de miedo alcanzó en algún momento el rango de "miedo extremo" de 11-16, y los inversores minoristas comenzaron a vender en pánico. Pero en ese momento, otro grupo —algunas instituciones financieras— empezó a entrar en silencio, viendo esta caída como una oportunidad para comprar barato.

¿Y qué fue la chispa? A nivel macroeconómico, la Reserva Federal ajustó sus expectativas de recorte de tasas, lo que llevó a una contracción en la liquidez global y una reducción significativa en el atractivo de los activos de riesgo. La presión más directa vino de la salida continua de fondos de los ETF de Bitcoin. La liquidación por apalancamiento y la cautela de las instituciones agravaron aún más la caída.