¿La tecnología de privacidad lleva diez años tanteando los márgenes?

Si miramos atrás a la narrativa de la privacidad en el mundo cripto, la verdad es que siempre ha sido bastante incómoda: los círculos técnicos se entusiasman entre sí, la gente común no lo entiende y los reguladores no quitan ojo. Aquellos proyectos de monedas de privacidad de los primeros tiempos mostraron todo su ingenio: Monero utiliza firmas en anillo para mezclar las transacciones, y Zcash juega con pruebas de conocimiento cero para ocultarlo todo de manera impecable.

Pero ahora el viento ha cambiado de dirección. Proyectos como Zama han empezado a hablar del concepto de “privacidad programable”, que en esencia consiste en proteger los datos permitiendo al mismo tiempo la intervención de la regulación: hay anonimato, pero también capacidad de explicar lo necesario. Esta puede ser la solución que realmente permita que la privacidad salga del nicho: no se trata de esconderse para luchar contra las reglas, sino de convertir la protección de la privacidad en una infraestructura básica que las aplicaciones mainstream también puedan utilizar.

Para que un nicho minoritario rompa su burbuja, primero debe aprender a interactuar con el mundo real.