Alguien escribió algo que llevaba tiempo pensando: la pureza de Bitcoin ya no existe.
En 2009-2010, Bitcoin era ideología pura. Los primeros adoptantes no compraban para enriquecerse—ni siquiera había precio. Construían la red, educaban, y regalaban Bitcoin como si fuera aire. El espíritu peer-to-peer del internet temprano vivía en cada nodo. Descentralización no era un slogan, era el punto.
Luego vinieron los exchanges. Fue ahí cuando todo cambió.
Una vez que Bitcoin tiene precio, llega la codicia. Mt.Gox, Bitconnect, OneCoin—historias que demuestran cómo el capital secuestró un ideal. Los que perdieron sus 10 Bitcoin en Bitconnect eran verdaderos creyentes. Creyentes, pero no entienden qué compraban realmente.
La transformación fue así:
2012 en adelante: El mercado dejó de buscar descentralización. Empezó a buscar arbitraje explotando información asimétrica. Especulación pura.
2017: 500+ proyectos recaudaron decenas de miles de millones. El 90% desapareció en tres años. Los tokens no eran activos—eran promesas en formato digital. Los equipos controlaban la distribución, creaban escasez artificial y narrativas convincentes.
Hoy: El cripto es un juego de extracción refinado. Las nuevas narrativas llegan cada semana—siempre brillantes, siempre creíbles, siempre prometiendo redención. Y funciona, porque la esperanza es la droga más fácil de vender.
La gente compra historias, no activos. Las ondas de creencia superan el análisis racional. FOMO + tribualismo + escasez psicológica = máquina de dinero.
Los veteranos ya entienden el juego. Los nuevos recién entran. Algunos ganan y se van. Otros se quedan como “liquidez de salida.”
El ciclo nunca termina porque la codicia humana es infinita.
Mientras la adopción se expande, los gobiernos tomarán el control de este ciclo (en nombre de la regulación), y traerán el capital de vuelta al sistema fiscal.
Mirando atrás: lo que representaba libertad y esperanza ahora es solo un contenedor de ilusiones. Seguimos ideales, pero entregamos tanto el espíritu como la riqueza al mercado.
Quizás, esta es la verdadera historia de las criptomonedas.
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¿Cuándo murió realmente la criptomoneda?
Alguien escribió algo que llevaba tiempo pensando: la pureza de Bitcoin ya no existe.
En 2009-2010, Bitcoin era ideología pura. Los primeros adoptantes no compraban para enriquecerse—ni siquiera había precio. Construían la red, educaban, y regalaban Bitcoin como si fuera aire. El espíritu peer-to-peer del internet temprano vivía en cada nodo. Descentralización no era un slogan, era el punto.
Luego vinieron los exchanges. Fue ahí cuando todo cambió.
Una vez que Bitcoin tiene precio, llega la codicia. Mt.Gox, Bitconnect, OneCoin—historias que demuestran cómo el capital secuestró un ideal. Los que perdieron sus 10 Bitcoin en Bitconnect eran verdaderos creyentes. Creyentes, pero no entienden qué compraban realmente.
La transformación fue así:
2012 en adelante: El mercado dejó de buscar descentralización. Empezó a buscar arbitraje explotando información asimétrica. Especulación pura.
2017: 500+ proyectos recaudaron decenas de miles de millones. El 90% desapareció en tres años. Los tokens no eran activos—eran promesas en formato digital. Los equipos controlaban la distribución, creaban escasez artificial y narrativas convincentes.
Hoy: El cripto es un juego de extracción refinado. Las nuevas narrativas llegan cada semana—siempre brillantes, siempre creíbles, siempre prometiendo redención. Y funciona, porque la esperanza es la droga más fácil de vender.
La gente compra historias, no activos. Las ondas de creencia superan el análisis racional. FOMO + tribualismo + escasez psicológica = máquina de dinero.
Los veteranos ya entienden el juego. Los nuevos recién entran. Algunos ganan y se van. Otros se quedan como “liquidez de salida.”
El ciclo nunca termina porque la codicia humana es infinita.
Mientras la adopción se expande, los gobiernos tomarán el control de este ciclo (en nombre de la regulación), y traerán el capital de vuelta al sistema fiscal.
Mirando atrás: lo que representaba libertad y esperanza ahora es solo un contenedor de ilusiones. Seguimos ideales, pero entregamos tanto el espíritu como la riqueza al mercado.
Quizás, esta es la verdadera historia de las criptomonedas.