Solo puedes entender de verdad lo que significa la “inclusión financiera” cuando la experimentas en primera persona.
En mi último viaje a Japón, me di cuenta de cuánto dependo de los pagos por código QR en China. Allí, el efectivo sigue siendo el rey, las tarjetas se desgastan con cada uso y configurar o recargar una Suica puede ser un lío—sobre todo si usas Android. Aun así, con Alipay y Visa/Mastercard como respaldo, nunca tuve problemas reales para pagar.
Sin embargo, si miras al hemisferio sur—países de África, el sudeste asiático o Latinoamérica—la situación cambia por completo. En esas regiones, pagar no es solo una comodidad; es una habilidad esencial para sobrevivir:
El uso de tarjetas bancarias es bajísimo. Mucha gente ni siquiera tiene cuenta bancaria. Las transferencias interbancarias pequeñas tienen comisiones muy altas y liquidaciones poco fiables, y muchos bancos no ofrecen servicios internacionales. Cuando los hay, las comisiones para pagos transfronterizos suelen ser desorbitadas.
En estos lugares, pagar ya no es un servicio básico como el agua o la luz—es un privilegio.
Para quienes viven en Asia oriental (China, Japón) o en Occidente, los pagos parecen “sobreingenierizados”.
La facilidad de WeChat Pay, la flexibilidad de Alipay y el sistema Suica de pago sin contacto en Japón nos hacen pensar que mover dinero debería ser siempre así de sencillo.
Pero el mundo no es plano. Las experiencias financieras están “plegadas”—son radicalmente distintas para cada persona.
Como en la novela de ciencia ficción Folding Beijing, donde las clases sociales están separadas físicamente, las finanzas mundiales están divididas por brechas profundas y casi insalvables. Los del “primer espacio” buscan rentabilidades DeFi de dos dígitos, mientras que los del “tercer espacio” solo intentan llevar su sueldo a casa cada día sin problemas.
Lo sorprendente es que, en este contexto, suele pasar desapercibida una verdad contraintuitiva. África suele verse como “atrasada”, pero si observas mercados emergentes como Nigeria, verás que la gente sí quiere pagos digitales—lo que les falta es infraestructura:
Según los últimos datos del Banco Central de Nigeria, las transferencias por Internet representan el 51,91 % del volumen de transacciones y las operaciones en TPV el 28,53 %. En total, estos métodos digitales superan el 80 % de todas las operaciones, mientras que las retiradas de efectivo en cajeros automáticos—que se supone que son lo habitual—solo suponen el 2,21 %.

Esto demuestra que los nigerianos dependen enormemente de los pagos digitales, especialmente de las transferencias bancarias directas. Irónicamente, montar sucursales físicas de bancos es aún más caro y complicado que crear soluciones de banca digital.
Por eso, en Nigeria no necesitas explicar qué es una “e-wallet” ni cómo se usa. Por pura necesidad, la gente ya gestiona casi todas sus transferencias desde el móvil. Es parecido a cómo Axie Infinity triunfó en el sudeste asiático gracias a los hábitos digitales locales.
El único problema real es la “conectividad”. Para un autónomo en Lagos o un trabajador migrante que envía dinero a casa, esperar más de 15 minutos y sufrir tipos de cambio abusivos sigue siendo una caja negra.
Dependen de los pagos digitales, pero les falta una infraestructura estable, barata y conectada a nivel global. En este escenario, Web3 por fin ofrece una alternativa que no depende del sistema bancario.
Por eso siempre he pensado que el impacto y la fuerza revolucionaria de Web3 y las stablecoins en África y Latinoamérica—con ese enfoque de “el campo rodea la ciudad”—han sido infravalorados por el relato dominante.
Hace poco, un vídeo de Xie Jiayin usando stablecoins para pagar en Vietnam generó bastante debate. Fue realmente revelador.
La clave es que el pago se hizo directamente desde una wallet cripto—sin intermediarios como la U Card.

En China, los pagos por código QR son habituales, pero dependen de redes cerradas y maduras como Alipay y WeChat—fruto de un entorno único y de veinte años de desarrollo digital, algo difícil de copiar fuera.
El modelo del vídeo es totalmente diferente: en Vietnam, Bitget Wallet escanea un VietQR. La experiencia es similar a Alipay, pero por detrás usa Solana para la transferencia cripto, y convierte a fiat al instante mediante un protocolo intermediario para el comerciante.
La diferencia clave es la “replicabilidad”—en teoría, este modelo vietnamita puede funcionar en cualquier país con un sistema local de pagos instantáneos.
Esto es especialmente relevante en zonas poco desarrolladas de África y Latinoamérica, donde los móviles y las e-wallets son comunes, pero la infraestructura financiera tradicional escasea.
Esto revela una necesidad central: a los usuarios no les importa ERC-20 ni las comisiones de gas—solo quieren pagar tan fácil como escanear un código.
Si miramos la evolución de las stablecoins en pagos Web3, ha habido tres fases principales:
Las grandes empresas de pagos ya están apostando por este camino.
Circle ha lanzado Programmable Wallets y CCTP (liquidación USDC entre cadenas). Stripe ha gastado 1 100 millones de dólares en comprar Bridge, proveedor de APIs de stablecoins. Todo esto apunta a la tercera fase.
La nueva función de transferencia bancaria en Nigeria de Bitget Wallet, con Aeon Pay, ofrece una “tercera vía” frente a los bancos grandes y el P2P:
Esto significa que las wallets Web3 están pasando de ser simples exploradores de activos a conectarse directamente por API con los sistemas de pago de bancos centrales (como el NIBSS Instant Payment de Nigeria).
Desde esta perspectiva, las U Cards—todavía muy usadas—tienen los días contados. Las instituciones financieras tradicionales irán integrando soluciones Web3, asegurando el cumplimiento normativo y permitiendo conexiones directas entre wallets, pagos de comercios y transferencias de activos por cuentas bancarias, canales de pago y sistemas de liquidación.
Esto plantea una pregunta práctica: Web3 no necesita reinventar la red física de pagos. Lo que deben hacer las wallets es “penetrar” las redes existentes.
Creo que el PayFi perfecto sería una red de pagos completamente on-chain, independiente de Visa/Mastercard o SWIFT:
Pero eso es el ideal. Mientras los sistemas de pago no cambien de raíz, lo más práctico y sostenible es conectar las pasarelas de stablecoins directamente con los bancos locales.
TradFi es experto en cumplimiento, arquitectura de cuentas y gestión de riesgos; cripto aporta apertura, liquidez global y ejecución sin confianza. Juntos, logran el equilibrio óptimo entre “cumplimiento” y “agilidad”.
Esta tendencia ya está en marcha.
Como decía antes, la versión nigeriana de Bitget Wallet, sin el “branding cripto”, funciona en la práctica como una “app bancaria offshore con liquidez global”:
Imagina a alguien en Lagos usando Bitget Wallet—no solo como gestor de activos on-chain, sino como un “super Alipay” que guarda dólares (stablecoins) y transfiere dinero al instante a la cuenta bancaria del tendero local.
Esto podría ser el prototipo de la app PayFi clave en los mercados emergentes.
Cuando las wallets Web3 puedan acceder de forma regulada y fluida a sistemas de pago en tiempo real en todo el mundo (como NIBSS en Nigeria, PIX en Brasil o UPI en India), este modelo podrá por fin superar los altos costes y la ineficiencia del sistema SWIFT tradicional.
En poco tiempo, productos como Bitget Wallet podrían incluso superar a Airwallex, Wise y otras soluciones de pagos internacionales en costes y experiencia de usuario.
Los pagos son el punto de partida de las stablecoins. Los “pagos globales” marcan su evolución hacia una infraestructura financiera mundial esencial.
La integración de pagos QR en Vietnam y las transferencias bancarias off-chain en Nigeria demuestran que el mayor valor de las stablecoins quizá no sea sustituir a los bancos, sino cubrir los huecos donde los bancos no llegan.
Ojalá más wallets y proyectos Web3 sigan experimentando y profundizando en estos entornos locales complejos.
Solo así los “pagos globales” serán una realidad cotidiana y tangible, no solo una palabra de moda.





